jueves, 12 de mayo de 2011

Cuando el sistema dignifica

Ayer subió una señora al colectivo y pagó el pasaje con su tarjeta de jubilada. Después subió un gurisito de guardapolvo y pagó también con su tarjeta. Lo propio hizo luego una estudiante que, carpeta en mano ascendió al transporte. Más tarde, un hombre subió y también se hizo del boleto mediante este sistema. Me recordó a las épocas en que yo iba a la escuela primaria y debíamos subir al colectivo con las monedas, solicitar el boleto escolar y rezar que el colectivero tuviera cambio si no llevábamos lo justo.

Más de una vez, con una compañera que vivía por mi barrio y viajábamos juntas, tuvimos que pelearnos con el colectivero porque como ella era muy alta y no le creían que iba a séptimo grado. Además, cada vez que concurríamos a educación física fuera del horario de la escuela, teníamos que dar explicaciones y mostrar una certificado que dijera que nosotros íbamos a cumplir con una obligación escolar. En muchos casos, ni con todo eso lográbamos hacernos del boleto que nos correspondía por derecho y siempre teníamos que llevar unas monedas extras para no quedarnos a pie.

Cuando ingresé al secundario, al menos solo debía justificar mi condición de estudiante mensualmente, ya que podía comprar unos bonos que me duraban todo el mes y con los que pagaba a diario. Aún así, en algunos casos el colectivero cuestionaba los horarios en que viajábamos con el bono. Si una quería quedarse en la casa de una amiga después de educación física a hacer algún trabajo o simplemente tomar unos mates, en determinadas ocasiones y dependiendo del humor del colectivero, había que escuchar reclamos de su parte.

Sin scaner

Viendo entonces la gente pasar con sus tarjetas, y con la incorporación de un sistema en donde el colectivero dejó de ser el patrón del colectivo y se le quitó de encima la tarea de manejar el dinero (aunque aún queda la opción de pagar con monedas éstas se colocan en la máquina), tomo dimensión de lo que significa para muchas de esas personas no tener que dar cada día una explicación. Uno debe justificar ante la empresa su condición de obrero, estudiante, jubilado o lo que fuere, o simplemente adquirir su tarjeta de pasajero en un kiosco, sin tener que pasar por el scaner de nadie.

Recordé entonces, cuando el gobernador mencionó a raíz de la implementación de la tarjeta social, “no más punteros, no más contactos, no más colas denigrantes”, ya que con ese sistema, el Estado deposita el dinero y el beneficiario puede comprar el alimento directamente en los comercios habilitados a tal fin sin tener que recurrir a esas viejas prácticas de la política. Muchas veces creemos que la “forma” en que se implementan las políticas no tiene importancia, pero creo que eso sería demasiado ingenuo a esta altura.

Una nueva forma de interpelar

Me resulta necesario señalar, que no podemos cambiar un modelo sin cambiar la forma en que el Estado llega a los ciudadanos. Si la Nación o la provincia siguieran en este pensamiento de creer que “yo tengo” y por eso “para tenerlo tenés que pedirme a mí que tengo el poder de la repartija”, seguiría trabajando con esas prácticas. Al contrario, el Estado ha decidido interpelar a los sujetos como personas con derechos, trabajando si con militantes comprometidos en la detección y organización de quienes necesitan ser incluidos, pero teniendo en cuenta que no es el gobierno de turno el que los ayuda, es la sociedad argentina o entrerriana que les devuelve la posibilidad de formar parte de ella.

La Presidenta lo señaló claramente en un acto en el cual se inauguraba un Centro de Integración Comunitario, que no había que “llegar a los barrios a dar, a los barrios y a las gentes hay que llegar a organizarlas, para que se sepan valer por sí mismas. No queremos darle nada a nadie, queremos organizar a la gente”. En ese caso, el CIC fue construido íntegramente, por trabajadores del plan Argentina Trabaja. Es decir, se los invita a ser útiles y dignos a través del trabajo; se les educa en estas cuestiones que nos parecen tan simples a quienes tenemos las pautas de cumplir horarios, trabajar en equipos y tener responsabilidades.

Aunque cambie el gobierno, quedará para ellos la riqueza del conocimiento y la experiencia; el gusto de percibir que, trabajando juntos más cosas son posibles; y que organizados, juntos, es mejor que solos. Tengo al esperanza de que un nueva Argentina será posible si generamos nuevas formas de implementar las políticas de Estado, nuevas formas de incluir, nuevas formas de pensar y nombrar las cosas; en fin, nuevas formas de hacer política.