martes, 2 de agosto de 2016

Cambiar nombres, mucho mas que cambiar carteles

En el recorrido del cole, que cambió con el cambio de sentido de algunas calles, se pueden ver nuevos carteles para señalizar viejas obras, o más bien, obras comenzadas en la gestión anterior y que la nueva gestión intenta vender como propias. No es una práctica nueva, pero me hizo pensar porque nadie parece notarlo y me pregunto qué es lo que realmente quedará en la memoria del pueblo.

En el asiento de adelante, una señora de lentes que no esconde sus arrugas le dice a su vecina “viste que está la obra del Padre Mugica. Hay que ir a verla, y decirle a los curas jóvenes que vayan. A ver si aprenden algo”. Me hace ruido ese nombre que conocí en mi adolescencia y me trae recuerdos de arduas discusiones en un taller de literatura, cuya profesora nos habló del obispo Romero en el El Salvador. En breve, esa misma docente me dio a conocer la Teología de la Liberación, un documento vedado en dictadura que sobrevivió a esa violencia de querer borrarlo de la memoria.

Más adelante, un chico le comenta a su amigo que el lugar por el que vamos pasando es el mural que pide por la Libertad a Milagro Sala, el mismo que fuera atentado a horas de ser pintado, como viene pasando en muchos otros lugares del país. Allí, sobre la pared, alguien quiso borrar el nombre de Milagro, solo eso, no la bandera argentina o la wiphala, o la cara de Milagro, solo su nombre. Días más tarde, los mismos militantes que pintaron el mural, fueron a restaurar su nombre. ¿Qué provoca ese nombre, que significa para que se promueva, se impulse borrarlo tan violentamente?

Recordé entonces la anécdota de una compañera que fue interpelada por un funcionario del gobierno municipal de Cambiemos y que me dijo que el funcionario solo se presentó luego de que ella se lo solicitara dos o tres veces. También me pasó a mí, no una, sino varias veces, a tal punto que ya los identifico por esa razón: no se presentan cuando te hablan, directamente te piden lo que quieren. Ni hablar de pedir por favor, si usted puede. Lo cual me hizo empezar a pensar que no es casual, que es la forma en que están entrenadas estas personas, que no se identifican porque no importa quién dice lo que dice, no importa desde dónde lo dice, parece que si importa mucho qué dice y cómo lo dice.

Por eso el Presidente solo es Mauricio, no es Macri, porque el apellido lleva una historia consigo, es la historia de quién sos. Y eso me lleva inmediatamente a los 90, a la empresa multinacional para la que trabajaba, donde eras Juan de Panadería o María de Línea de Cajas, ningún empleado tenía apellido, era del lugar que le correspondía en la empresa. Tampoco eras empleado o trabajador, eras “asociado”, porque te vendían la ilusión que eras parte de esa gran familia y que en alguna oportunidad podrías disfrutar de sus ganancias. “Imagina las posibilidades”, te decían, y todo eran títulos vacíos de contenido real, o más bien, con un contenido contrario al que te prometían.

Eso es lo que nos vendieron en estas elecciones, globos de felicidad vacíos de felicidad y llenos de otra cosa, de un cambio que no queríamos. “Sí yo quería un cambio”, dice un hombre que va parado a una mujer que lleva un gurisito en la falda, “pero esto no es el cambio que yo voté”. Me pregunto si realmente debatimos qué cambio queríamos, o si tal vez nosotros, los que queríamos la continuidad del proyecto de país que se venía implementando, hicimos tanto hincapié en la continuidad que los demás entendieron que era con los errores incluidos.

No creo que solo el acoso mediático mellara la capacidad de tener una mirada más crítica por parte del 51% de la población, creo que muchos de los que militamos en el otro 49%, desde el 2008 en adelante, sufrimos una permanente violencia. Escuchamos decir de todo, y cuando digo de todo, es de todo, sobre nuestra Presidenta, sobre nuestra causa, sobre nuestros ideales y sobre nosotros mismos. Todo el tiempo tuvimos que dar explicaciones y por ende, nos llevaron y nos dejamos llevar, al lugar de tener que defendernos en muchas oportunidades. Solo el liderazgo de Cristina Fernández nos salvó de perder la iniciativa, porque ella siempre proponía, e interpelaba a los demás pidiéndoles que propongan.

Pero nuestra trinchera se volvió un cerco que nos impedía conversar con ese otro que no pensaba igual, y perdimos el ejercicio del debate, porque también del otro lado solo había chatura y acusaciones vacías de contenido. No había propuestas, no había la mínima intención de debatir, porque una parte de esos otros eran los que querían que nos muramos, que desaparezcamos, que nos esfumemos, porque no podían dominarnos. Entonces no es casual el cambio de nombres, como el del Centro Cultural Néstor Kirchner, el cambio de carteles en obras que dignificaron a la población, la tachadura sobre el nombre de Milagro, la falta de marcas de la historia en los que nos interpelan desde la otra vereda.

Y molestan, provocan, interpelan, el regreso de los nombres propios de los desaparecidos, el nombre de Mugica, el nombre de la líder de la Tupac Amaru, el nombre de Néstor, la palabra militante o política, el nombre de Cristina. Si no pueden borrar de la memoria todo eso, entonces intentan mancillarlo, hacerte creer que los malos, los demonios son los militantes, los políticos, o simplemente esos otros que piensan diferente.


Al final del documental sobre el juicio a Adolf Eichman, uno de las piezas fundamentales en el holocausto llevado adelante por el gobierno nazi en Alemania, el repudiado director de programas televisión Leo Hurwitz –quién dirigió la filmación del juicio- dice que cuando discrimines a alguien por su color de piel o la forma de su nariz o el color de su pelo, recuerdes; que así comenzó todo esto (por el holocausto). Alguien dirá, como se han cansado de decirnos, que exagero, pero las señales de violencia van creciendo y cuando no alcancen las palabras o las palabras estén vacías, solo quedarán los puños o lo que es peor, las balas. Borrar el nombre de alguien, desaparecer las huellas de una fuerza política, cambiar el relato de la historia es el inicio para no entiendas el por qué, para que no tengas conciencia colectiva, para que justifiques la represión y creas que tu vida y la de los otros no valen nada.