Ya ayer por la noche en el colectivo, dos gurises venían comentando una charla sobre los derechos humanos y la conmemoración del 24 de marzo de 1976 en la que estuvo uno de los tantos nietos recuperados. Como parte de una generación que nació con las sombras, asistió a al amanecer democrático, durmió la siesta liberal en los 90 y se admite protagonista de una tarde esperanzadora; solo me resta decir muy poco.
Nosotros, al igual que aquellos jóvenes de los 70 a los que representan Néstor y Cristina, somos sobrevivientes, somos esternautas de nuestro destino. Ellos por permanecer con vida y no claudicar a sus sueños, nosotros por estar vivos, reconstruir nuestra identidad y comprometernos en ser protagonistas de nuestro futuro y el de nuestros hijos. No tengo palabras verdaderamente para expresar todos los sentimientos y emociones que se mueven en mi interior al pensar en la total dimensión de lo que significó el proceso para nuestra historia.
Simplemente me surgen y escribo estas palabras:
Hay alguien que no está,
alguien que no supo que no iba a estar.
Alguien lo llama hoy, lo necesita, lo busca.
Trata de aferrarlo y definirlo.
Hay un vacío entre ellos
ya imposible de llenar por la presencia.
Hay un espacio que se llena
con lo que nadie sabe, lo que nadie entiende,
solo ellos y alguien,
alguien que no está.
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